¿Quién me escucharía
entre las cohortes de ángeles, si grito?
y aun cuando en su propio corazón, de súbito,
me tomara alguno,
me aniquilaría su ser más pujante.
Pues, de lo terrible
lo bello no es más que ese grado
que aún soportamos. Y si lo admiramos
es porque en su calma desdeña destruimos.
Terrible es todo ángel. Por eso me callo
y de mis oscuros sollozos el clamor ahogo.
¡Ay! ¿De quién podemos valernos? No de ángeles ni hombres.
Ya los animales, sagaces, advierten
que en el mundo dado no estamos tan cómodos
como en nuestra casa. Nos queda quizá
dondequiera un árbol en una ladera;
nos queda el camino de ayer
y también el apego mimado de un hábito
al que le agradaba nuestra compañía;
se quedó y está.
¡La noche! ¡Oh, la noche, cuando el viento henchido
del espacio cósmico nos consume el rostro!. . .
¡Con quien la anhelada no se quedaría,
ella que tan suave, que tan dulcemente nos desilusiona!
Para el alma a solas una nueva prueba. . .
¿Es quizá más leve para los amantes?
¡Pero ellos se ocultan entre sí la suerte!
¿No lo sabes? Lanza fuera de tus brazos
hacia los espacios tu vacío, al aire donde respiramos;
todo su tamaño las aves, quizá,
lo sientan con vuelo más hondo.
Sí, las primaveras te han necesitado.
y entre las estrellas muchas te obligaban
a que las sintieras.
Hacia tí, del tiempo pasado se acercaba una ola
o cuando pasabas junto a una ventana
un violín se daba. Todo era un mensaje.
Pero, ¿lo has captado? ¿No te distraías aún en la espera,
como si las cosas todas el anuncio
fueran de una amada? ¿Dónde has de guardarla
cuando tus extraños grandes pensamientos
entren a tu casa
o salgan. .. y a veces se queden de noche?
Primera elegía. (frag.)
Elegías de Duino.
Rainer Maria Rilke
Elegías de Duino.
Rainer Maria Rilke
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