Hernán Oliva es un caso único entre los músicos que se desempeñan en Buenos Aires. Su nombre posee caracteres casi legendarios: es uno de los llamativos violinistas de la historia del jazz (que no tiene muchos) y, sin embargo, muchas noches tiene que tocar en el vetusto Unión Bar del Paseo Colón , para sobrevivir, tiene que recorrer sus mesas en espera eventual de recibir algunas dádivas. Estas contradicciones no son originales ni tampoco se originaron aquí. Pero sobreviven. Hace años, el periodista Ricardo Lorenzo (Borocotó) definió esta instancia con total lucidez: "Qué va a cantar ese tipo en el Colón. Vive a la vuelta de mi casa". En cualquier caso, Hernán es un personaje atípico. Si se inquiere, casi todos están familiarizados con su nombre, o lo vieron,o recuerdan vagamente que lo escucharon alguna vez o sospechan, de manera vergonzante, que tuvieron la opción de escucharlo, pero prefirieron irse a cualquier lado. Si a Hernán no se le escucha en vivo, es difícil transmitirlo con palabras.
La semana pasada tuve un encontronazo con Oliva y prefiero ser un canalla contando lo que sucedió a fingir ser un gran amigo y callarme. Estaba en el Viejo Almacén, cuando pasó a mi lado, después de una brevísima versión a capella de Estrellita. Me incorporé y lo saludé. ("¿Cómo le va?"; "Como el culo".) Siguió caminando y se detuvo. Me miró de nuevo y Susurró: "Dame una luca, papá, tengo que llevar algo a casa". Creo que si no hubiera tenido lo que le entregué, hubiera terminado en alguna seccional policial, con tal de darle algo a Hernán Oliva. En esos instantes maldije mis berretines y, creo, a todos los violinistas de jazz, desde Joe Venuti hasta Jean Luc Ponty. Es quizás razonable que la música de Hernán Oliva no le importe a la masa. Pero es claramente irritante concurrir al teatro Armando Discépolo y constatar la presencia de sesenta personas. Algunas razones para no concurrir:
1) Oliva no es un showman.
2) El formato de su conjunto es similar al del Quinteto del Hot Club de Francia durante los años 30, donde reinaban el genial gitano Django Reinhardt y el violinista Stephane Grappelly. Eso lo distancia porque no es la última "onda".
3) Oliva no habla o habla poco o cuando habla no se le entiende. Toca con la autoridad de un eximio y repentiza improntas llamativas.
4) Oliva vive a la vuelta de la casa de todos nosotros. No lo conocen ni en su casa.
Es odioso indicar lo que pasa inadvertido a otros. No me odie, entonces.
Si tiene tiempo algún sábado, sólo uno, averigüe dónde toca Oliva y concurra a escuchado. Si no le gusta, siga odiándome. Si le gusta, adquiera los únicos dos LP con su nombre. Ayudaremos así a formar el club de admiradores anónimos de Hernán Oliva.
Hermenegildo Sábat
Setiembre 1975
Temptation, grabada por Oscar Alemán y su Quinteto de Swing en Buenos Aires, el 7 de septiembre de 1943.
El violín que se escucha es el de Hernán. Es el único video que encontré donde podemos escucharlo.
Pude escuchar al Maestro Hernán Oliva en varias oportunidades a principios de los años 80, en un legendario local jazzero de la calle Chacabuco al 400, Jazz & Pop.
Una noche, estando yo sentado frente al escenario, al terminar una pieza, Hernán se acerca a mi, estirando una mano. Yo le doy la mía, diciéndole "muy bueno Maestro". A lo que me contesta "ma que muy bueno, pibe, dame una mano para bajar que no puedo."
En esa época, juntaba unos pesos tocando tango en un local de segunda en San Telmo. Entre una entrada y otra, se hacía una escapada a Jazz & Pop, para tocar jazz, por puro gusto nomás. Un tiempo después murió, casi en la miseria. No sé ni quiero saber la fecha. Hernán sigue vivo en mi alma.
El violín que se escucha es el de Hernán. Es el único video que encontré donde podemos escucharlo.
Pude escuchar al Maestro Hernán Oliva en varias oportunidades a principios de los años 80, en un legendario local jazzero de la calle Chacabuco al 400, Jazz & Pop.
Una noche, estando yo sentado frente al escenario, al terminar una pieza, Hernán se acerca a mi, estirando una mano. Yo le doy la mía, diciéndole "muy bueno Maestro". A lo que me contesta "ma que muy bueno, pibe, dame una mano para bajar que no puedo."
En esa época, juntaba unos pesos tocando tango en un local de segunda en San Telmo. Entre una entrada y otra, se hacía una escapada a Jazz & Pop, para tocar jazz, por puro gusto nomás. Un tiempo después murió, casi en la miseria. No sé ni quiero saber la fecha. Hernán sigue vivo en mi alma.
Gabriel Massera
Febrero 2008
Hot Club de Boedo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario